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un estudio sobre adán coprovich

ángel crespo. poética

ángel crespo. poética

Cuando el poema niega la intención que nos indujo a escribirlo, debemos felicitarnos de su inquebrantable autenticidad. Y de sabernos instrumentos del Verbo.

 

Una pregunta bien hecha suele ser más poética que cualquier afirmación. A esto llamo realismo poético.

 

Temo a las palabras que digo porque sé que me acercan a lo que no seré capaz de decir.

 

Las cosas no necesitan de nombres nuevos para entrar en el mito: lo importante es la función que se descubre en ellas, lo que el poeta es capaz de contar de ellas porque lo ve o lo supone intuitivamente.

 

Hablar de mística en los campos de Castilla, ¡qué vulgaridad!

 

Todas las palabras tienen dos sílabas más: el silencio que las precede y el silencio que las sigue. El primero ya ha sido pronunciado por los dioses, como muy saben cuantos poetas tratan de pronunciar el segundo.

 

La palabra inglesa lark suena, sin duda, a alondra; la persa bulbul suena, en lugar de a ruiseñor, a paloma buchona, diga lo quiera Rubén Darío.

 

Los grandes poetas siguen, despúes de muertos, viviendo en nosotros. ¿Qué es, entonces, la vida? ¿O somos nosotros su efímero paraíso?

 

La poesía es el ouroboros: la serpiente que se muerde la cola. O mejor, el círculo perfecto: porque no se sabe cuál es su cabeza ni dónde muerde.

 

Cuando una parte de la verdad se nos escapa, la llamamos contradicción. Pero nada de cuanto existe -ni la misma contradicción- es verdaderamente contradictorio. Dígalo el poema.

 

Lo que echa a perder todo entre nosotros es que el poeta no es considerado como un ejemplo, sino como un ejemplar.

 

La poesía consiste en ser exacto con lo inexacto sin convertirlo en exacto.

 

Bendita sea la rima porque nos obliga a imaginar. Y a veces a contradecirnos.

 

Decididamente, la poesía no es "la palabra en el tiempo", sino "la palabra en su sitio".

 

¿Cómo distinguir esos dos aletazos: el del genio y el de la locura?

 

Si queremos superar las apariencias, será inútil que nos valgamos del lenguaje que de ellas procede.

 

A un poeta no se le debe juzgar por sus opiniones, sino por sus creencias. La creencia es el hombre.

 

Escribamos poesía para embellecer nuestra ignorancia y consolar a la ajena.

 

Que nuestras limitaciones puedan aspirar a lo ilimitado, aunque no lo consigan. Así serán bellas.

 

La filosofía aborrece las contradicciones; la poesía las ama.

 

Sin contradicción, ¿qué hay sino muerte, quietud definitiva y necesaria?; con ella, ¿qué sino vida, puro devenir insospechable?

 

A condición de que la contradicción sea poética, y no incapacidad para lo bello. (1)

 

(1) Extractos "Para un arte poética" del libro La puerta entornada, Ed. La Palma 1998, colección póstuma de aforismos del gran poeta Ángel Crespo.

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